El más terrorifico de los susurros.




viernes, 3 de agosto de 2012

El último mono

Las palabras no vuelan, no sobrevuelan cabezas, como mucho se acobardan y agazapan detrás de tu lengua.  A las cosas llamémoslas por su nombre. Yo estoy cansado de hacer maletas,  de huir de pasados que no mueren y piden a gritos una segunda oportunidad, y tú estás ahí, quieta, invisible a los ojos del tonto loco... fumando. Fumando y escondida en los recovecos de cada nuevo sueño, colgando de un hilo, ¿esperando a ser nombrada? Y yo que sé, si yo no sé nada, solo un par de títulos de libros de viejos y el precio de tres o cuatro botellas.


Ahora mismo soy el último mono, inconcluso, retrasado y universitario, el que cierra los bares sábados, jueves y viernes. Y aunque tampoco me va muy bien así, tampoco me va mal... tu eres ese riesgo que esperaba, y ahora ya no sé que hacer, me había acostumbrado a no hacer nada, a simplemente quedarme sentado, mirando al infinito, únicamente esperando.


Un mes y medio después he llegado a la conclusión de que no puedo prometer no dar problemas.


Pero yo, si quieres, sin que sirve de precedente, puedo quedarme callado hasta que vuelvas, no trataré de conocerte, porque es mejor así, lo único que quiero saber, es que no voy a volver a hacerme daño; no aparezcas hasta que aprenda la lección. Me conformo, con una mirada más al infinito; con esperar a que el sol reniegue de nosotros y quedemos atrapados entre anochecer y amanecer.

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