El más terrorifico de los susurros.




martes, 29 de marzo de 2011

Calceta para principiantes

La gente cree en los milagros, los antibióticos y que cuanto más prestigio posea el nombre de la universidad en la que estudies más ceros a la derecha habrá en tu nómina. Esos son los tres grandes principios que mueven el mundo de los adultos. Ese en el que están decididos a meternos, aunque para ello necesitemos usar como pala un cuchillo para pescado, aprender a decir mentiras y saber cómo hacer calceta.

Por eso, parpadeo cada tres segundos, que parecen eternidades, para que no se acabe el día, para que se le gaste la pila al reloj, y pueda seguir defendiendo que la esencia se reduce a los tatuajes con bolígrafo que me haces todos los días en la biblioteca, que los pañuelos son un invento del mundo para ganar dinero hasta con la emoción en estado puro y que las enumeraciones son como el palo en el chupachups, que sin ellas, todo carecería de un algo especial, como las veces en las que te levantas a las 7 y media de la mañana, y no se te ocurre otra cosa que tirarte en el sofá y empezar a reírte y devorar la nata del bote de la nevera. Defenderé esos grandes principios, un manual de instrucciones para aprender, un cuaderno de viaje para que nunca olvide que detrás de dos ojos, había secretos que conmovían y devoraban a las más terribles pesadillas.

viernes, 25 de marzo de 2011

Cicatrices en la lengua



Que los quebraderos de cabeza, son algo que forma parte de lo que aceptas cuando miras sus fotos, y puede que también, una clausula de contrato, para que el momento de estar frente a frente, no sea una vaga ilusión, sino un ferviente deseo. Porque con los tiempos que corren, cualquier pequeño sueño puede llegar a convertirse en algo por lo que vivir, un simple roce puede significar hacerse mayor y las cajas son refugios ante el riesgo de catástrofe por causa del pánico escénico de saber que mañana, y también pasado, no van a volver.

Que las cicatrices en la lengua de tanto morderla para evitar decir la verdad son cada vez más frecuentes, y no solo eso, sino que parece que va a empezar a llover y en medio del mes de marzo, todavía no sé qué es lo que quiero. Porque cada vez que leo un titular en lo que llaman tu piel, me doy cuenta de cuantos han muerto desangrados por agotamiento, por pura dedicación, y también por no encontrar saliva para dejar que las ideas, los pensamientos, se transformasen en palabras.

Que las noches sin dormir, mirando la luna, y todos esos puntitos en el cielo vienen derivados de creer que en la vida a toda persona le llega un momento en el que ha de decidir si escoge el momento épico o se decanta por un baile con la felicidad en un compás de tres pulsos donde están el tuyo, el suyo, y el de la persona sentada en la butaca 11 de la fila 14. Porque cada segundo se invierte en un anhelo, un deseo, y no por ello se va a cumplir, pero se invierte, y ahí queda, como la huella de aquel primer astronauta, como una huella. Una marca predispuesta a marcar una época y una tendencia, un ejemplo y, porque no, llegar a ser el objetivo de sueños ajenos.

martes, 22 de marzo de 2011

Delirios de aspirina

Nos gusta sentirnos importantes, ignorar las advertencias, y responder a toda acción nuestra que lleven a debate con un: “Y tanta seriedad, ¿a qué se debe?”. Vivir al límite, descabelladamente, extremadamente, inconscientemente y salvajemente al borde de una sobredosis de emoción. Levantar las copas, y brindar. Porque somos especialmente raros, y sabemos que eso no se va a curar. Nunca vamos a ser normales… así que no aspires a que cuando terminemos la botella de champagne, tengas algo normal, porque lo único que hay aquí es locura, algo que apesta a delirios de grandeza y soñar despierto, mezclado todo con un par de aspirinas.


Por eso si estás de acuerdo, brinda, porqué no creo que volvamos a este momento; a partir de ahora, probablemente nos veamos envueltos en miradas ajenas, en problemas de todo tipo, y situaciones estúpidas. Así que, por un día olvidate de eso, de mañana, de qué vas a estudiar, de dónde vas a ir a trabajr, de a qué entrevista te vas a presentar o para qué casting te vas a presentar, y tómate una botella conmigo, bueno, mejor yo una y tú otra, más tarde puede que una aspirina, y quizás después te deje delirar con mi delirio de lamparas de araña y emociones cortadas.

sábado, 19 de marzo de 2011

Nadie dice nada


- La excesiva perfección corroe. Tira de los manteles de las mesas más perfectas, y convierte las cenas en un caos de fragmentos de vajilla rota y cubiertos volando por el aire. (…) Por eso, he decidido que quizás lo mejor sea no verte, dejar de mirar tus fotos, de quedarme tonto con tu simple tarareo, o con el sonido de tu nombre. De que tal vez el verano no se límite a un simple y típico verano, tal vez, es el momento de que me deje llevar a ese sitio donde el calor es abrasador, y donde la gente se deja llevar por lo primero que se le viene a la cabeza. Donde los susurros, las caricias, y todas esas cosas, están supeditadas a la imperiosa necesidad de que sean espontáneas en medio del primer acto. Es momento tal vez, de que acepte tu invitación, que me vaya al infierno con mis mil manías obsesiones y defectos, con mi ego y mi orgullo, y con mis palabras y mis balas siempre listas para disparar y acertar. Si, creo que siempre has tenido la razón desde el primer día que me dijiste que solo juego con las personas, destrozo, descuartizo, y después me regocijo del dolor ajeno, que soy sádico, un diablo, que me fuese al infierno.

+ ¿Te das cuenta de que esto que acabas de decirme no viene a cuento?

- Quizás para ti no, como es obvio, para ti, mientras no anteponga mi ego a tus sentimientos, siempre será todo perfecto. Pero esto es un toma y daca, un continuo vaivén con los mismos fallos, diferentes circunstancias, puede, pero siempre lo mismo.

+ Pues vete de una vez, y cuando se acabe el verano no vuelvas, espero que tu infierno sea agradable, confortable, pero te puedo asegurar que a la vuelta, el suelo estará mas frío y el cielo tendrá un color mas hielo frío y no tendrás ni lunas a las que agarrarte ni ninguna de esas cosas a las que tanto te gusta hacer alusión para quedar en el peldaño que está justo por encima.

- No me preocupa volver, voy, y eso es todo, sino todo carecería de sentido. Así que, al diablo con tu perfección y tus te quiero de marca, prefiero improvisar.

martes, 15 de marzo de 2011

Que ella era la palabra mañanas

Me di cuenta hoy, sin querer hacerlo, de que eso era todo lo que ella era, las mañanas. Justo en el momento en el que me desperté, totalmente despeinado, con unas ojeras de elefante, sentado con las piernas cruzadas, y bostezando, en ese preciso e imperfectamente perfecto momento, me he dado cuenta de que ella, solo ella, podría igualarse a una mañana como esta.

Una mañana normal, sin ninguna segunda intención, una típica mañana de verano en la que te levantas solo en tu pequeña, enana, diminuta habitación en un piso que en mitad del mes de Agosto está deshabitado.

Y ahora estoy aquí, sentado en este pasillo que supuestamente es una terraza, apoyado en la ventana con los ojos cerrados dejando que el sol me dé un rato en la cara, y parándome a pensar que quizás haya un por qué detrás de todas las cosas que me pasan, en que quizás los tropecientos post-it de la pared tiene alguna utilidad, como recordarme que, quizás, y probablemente más que quizás, haya un motivo para que te hayas convertido en un costumbre, como hablar con el espejo, el bol de cereales carrefour discount de las horas de pensar, porque no hay presupuesto para más y saben igual, o una estrofa de mi canción favorita, en la que ahora mismo juraría que están diciendo tu nombre.

Todo esto ha pasado sin que me dé cuenta y lo peor, no es que hayas pasado a ser ya una costumbre de mi verano, es que te has convertido en la imperfección que tanto me atrae, esa droga a la que ni siquiera la nicotina se le puede acercar. Estamos llegando a unos grados de adicción en los que el miedo se mezcla con las ganas, en dónde no importa nada mientras lo digamos a la primera, donde los besos se comen a las palabras.

domingo, 13 de marzo de 2011

Bona Nit

Pulgarcita nos ayudó a crecer y ahora nos ayuda a recordar nuestra infancia, que contradictorio,¿no?

-¿Te cuento un secreto? Nunca quise crecer, siempre tuve miedo al futuro y siempre he pensado que ser niño es lo mejor que hay en esta vida.

-Yo, o me quedo en los 5 años, o en los 27. La razón, es simple, porque a los 5 eres lo suficientemente pequeño para ser mayor. Y a los 27, eres lo suficientemente mayor para ser pequeño.

A base de dulces ironías funcionaban los cuentos que todas las noches les contaban.

Unos los preferían sobre gente pequeña, que crecía, o que simplemente con un par de alas se contentaban. Otros se pasaban el día tirados en sus sófas saboreando, con una copa de colacao, las pequeñas cosas que hacían la vida tan complicada y de las que era tan fácil deshacerse con el simple movimiento de pasar a vivir oculto a la luz del sol. Mientras, ellos se sentaban en la cama, cogían la manta, tres peluches, el edredón, le daban la vuelta a la almohada para ponerla por el lado frío, y se quedaban con la baba colgando mientras un hilo de voz se coloba por la rendija que quedaba entre sus labios y se quedaba grabado en lo más hondo de su cabeza. Todo con el elve vaivén de lo que podría ser la banda sonora de sus vidas, un cubo de la basura pasando por la calle y arrastrando los cubos calle arriba y calle abajo, una moto, y de vez en cuando, un grito de euforia.

viernes, 11 de marzo de 2011

Madrid

Dicen que Madrid es la típica gran ciudad. Los típicos edificios, las típicas aceras, con los típicos coches, y las típicas personas. Pero lo que no saben, es que cada vez que salgo a la calle, yo, iluso de la vida, le doy la vuelta a todo. Duermo en los suspiros de la gente en el metro, y me despierto en cada calada de ese cigarro que fuma la chica de los 20 en la puerta de algún bar perdido en un callejón donde las paredes están tan llenas de carteles, que la gente duda sobre si verdaderamente existió algún día la pared en ese cochambroso edificio de los años 70. Eso es Madrid, él, ella, los nervios de la primera vez, y el subidón de un sí.

La típica melodía de una canción, que hasta hace poco no sabía que era de una película de mi infancia, suena a todo volumen en mi cabeza. Sentado esperando unos diez minutos exactos de gloria, que podrían escaparse con la misma facilidad con la que ayer me deje caer en la cama, o que podrían hacer de mi existencia una bonita ironía de la que mis padres no sé si quiera si estaría alegres, orgullos, o se terminen decidiendo por hacerse los eruditos.

Estos son los típicos asientos, y la típica espera. El típico síntoma de que algo va a pasar, o de que me quedaré aquí, esperando, con mis vaqueros y la sombra de lo que es todo lo que me rodea y lo que me precede. Como cuando justo antes de saltar a un vacío piensas: “Lo que daría ahora mismo por un frigopie, eso sí que era vida.”

Y Madrid seguía ahí, mirándolas. Porque en el fondo Madrid es miradas, todas las que hay y las que no están, los gritos, los roces inesperados pero deseados, y un tropiezo inesperado. Madrid seguía ahí, más cerca, mirándolas, sabiendo que con ellas, tendría más que palabras, quizá hasta una historia que contar.


viernes, 4 de marzo de 2011

Alto riesgo de combustión de sueños

"-¿Cómo estas?
- ...un tanto bipolar, mis pensamientos, se cruzan en mi mente se hablan un rato entre ellos y luego deciden en que tengo que pensar, pero despues se pelean y pienso en lo opuesto..."

Hoy es el fin. Hoy es el comienzo. Hoy es el objetivo, llegar a soñar que poder es querer, y que quizá, no esté ligado a tener que perder.

Que es nuestro futuro es el que está en juego, una pequeña parte de nuestra vida, un papel como protagonista del verano, para que engañarnos, la posibilidad de demostrar de que no somos unos locos soñadores, unos de tantos que anhelan y no consiguen, que se quedan siempre tirados en la hierba, mirando al cielo azul, y viendo pasar de vez en cuando un avión. Pero no es la falta de lucidez lo que nos hace desear con la intensidad del cacao amargo o la luz de la nevera en mitad de la noche.

Es la simple idea de pensar en nosotros. En vernos. En conocer, en entender. En creer que somos capaces de juntar la S, con una U, pegarla a una E, adornarla con una enorme Ñ, y rematarlo todo con una O, en creer que creamos sueños.

He conocido a una chica cuya avioneta se ha estrellado, otra que lo ha hecho todo por haber, que parece yo, pero viviendo en el este. Otra a la que le debía de chiflar el trivial, e incluso he podido leer lo que pensaba Orellana, y aún después de todo, he visto un dulce circo con marionetas, movidas por la música de una extraña pianista. He viajado por un montón de ideas nuevas, de nuevas formas de ver, de nuevas formar de pensar en ese SUEÑO.

Y a pesar de todo, se que hoy, que es el gran día, ese en el que no quiero decepcionar a nadie de todas las personas que me han ayudado, de las que han estado encima mío. Aún así, me despierto a las 03:47 de la mañana me acerco medio zombi a la cocina, abro la nevera, me quedo mirando esa extraña luz, y me acuerdo de todo, y me doy cuenta de que un par de palabras son las causantes de que hoy, mi, nuestro SUEÑO, este en peligro de combustión. Suena estúpido, tres palabras tendrán el poder de reventar lo que hay dentro de mi cabeza, nunca, y creo que… nunca, nunca pasara.

Y cuando me sienta raro, me acercare a la nevera, y me quedare mirado su desconcertante luz, llena de su cálido abrazo de agua helada, y pensare eso, que luchamos por un sueño compartido, perdidos entre miles de preguntas de un juego de mesa, como si acabásemos de caer desde un avión, sobre un enorme manual lleno de mapas, que con dulces melodías de pájaros descarriados, nos hacen darnos cuenta de que ahora, ya no somos marionetas.