El más terrorifico de los susurros.




sábado, 17 de diciembre de 2011

soledades crónicas

Hemos pasado por tanto, calibrado tantas situaciones, endeudado millones de miradas, soñado tan pocas veces que, llegada la hora que marca en este instante el reloj (nuestra última hora), todo parece derroche por defecto, explicaciones para casos sin remedio, tiempo gastado en buscar un porque a un par de soledades crónicas. Encerrados en espejos convexos, tu cuerpo, y mi cuerpo, que se asfixian en el calor de mi habitación, pero que mañana por la mañana serán dos extraños con alma en alquiler por una habitación a oscuras y una noche de terapia. 

(...)

Todo pasó en una hora, todo acabó en una hora. Yo prefiero pensar que empezó en esa hora, y que no sé sabe cuando, acabará, puede que rompiendo mi corazón con esa sonrisa de "sitesonrioesquequieroquevengasynosmarchemosjuntosaaquelportal", esa sonrisa tan larga que aún hoy, a 48 horas más una de distancia de aquel momento, sigue cabalgando entre acordes de números y letras en mi agenda dejando pistas de tu apellido porque, hay tantas con tú nombre o, por lo menos, yo conozco a tantas con tu nombre.




(...) 
Cuatro días más tarde. Cinco días más tarde. Ocho días más tarde. Nueve días más tarde, esos labios que juegan como si fuesen italianos, esas manos que.. que son tus manos, y esa sonrisa, y encima llueve. Ni en las comedias románticas de Hollywood hay tantas casualidades. 

No, no, esos ojos no son sus ojos.

(...)






Cuarenta y siete días después, me siento igual que cuarenta y ocho días atrás, iré a por tabaco y vodka. Será lo mejor. Esto no es Hollywood y, si tú me dijiste que solo era esa noche, sería porque solo era esa noche. Nada serio, solo tenías hambre de corazones.

miércoles, 2 de noviembre de 2011


Hay carcajadas que te hacen cerrar los ojos.

Hay miradas que hacen temblar las piernas.

Hay palabras que, salidas de tu boca, suenan mucho mejor; (cama).

Hay heridas, que son profundas y formando escándalo se resisten a desaparecer. Hay heridas que, se hacen queriendo pero sin querer                                 
                                     clavar tan adentro todo el dolor, tan oculto, tan enfrascado. Hay heridas que ni se sienten ni se padecen, porque se oprimen en lo más remoto de cada uno, contra las paredes del pulmón derecho, bañándose en humo de alquitrán, entre rescoldos de ciencia ficción, de la simple y llana ficción que provocan las palabras. Hay tantas heridas, tan pocas cicatrices.

Hay esperas, que se hacen interminables. 
(y otras que no...)

Hay momentos para todo, 
menos para esto.


martes, 1 de noviembre de 2011

días/después

Los "días después" son, de forma rápida y poco complicada de decir, una farsa, la gran mentira de la década de los noventa. 

Esa frase que se intenta coronar en el ranking de leyes de vida: "Después de la tormenta siempre viene la calma", mentira, una farsa...

Parece que la vida es complicada, sádica y cruel, y nosotros, ante todos estos adjetivos, jugamos el papel de masoquistas porque, es raro que la gente olvide, que todo el dolor desaparezca, que unos pies inquietos dejen de taconear el suelo, es inevitable, poco probable y, sin embargo, seguimos pensando lo contrario. Somos inocentes, unos inocentes masoquistas, adictos al temblar de pánico y al terror de que nos dejen solos en una carretera secundaria, cosa que, tarde o temprano, siempre acaba ocurriendo. 

Por suerte no todo es rojo sangre y el autoestop funciona en esas carreteras secundarias, bueno, casi siempre funciona porque todavía queda gente que, no es que tengan sangre azul y sean esos príncipes o princesas que tanto ansía la gente, sino que son, sencillamente, gente que gira en sentido contrario a las señales de círculos azules.

Pero esa gente, nos es un constante "k" eterna para el resto de tu vida, y poco a poco, vas echando de mas lo que un día echaste de menos, y te das cuenta de que a tus ojos ya no eres masoquista, y tampoco tan malo, ni tan feo, ni tan loco, ni tan tonto.


martes, 18 de octubre de 2011

susurra fruccio


He jugado en tu límite, entre ser el chico solitario y el único chico, entre el rodar y el saltar, he jugado. Jugué quizás cuando te decía te quiero, cuando pensé que entre tu y yo si había algo, cuando miraba al techo, cuando contaba baldosas... Tantos sueños violentados con un nosotros que parecía no llegar y que eran como un calambre en los pies, que pasaba por las piernas y la espalda como un hormigueo y, que terminaba estallando en la boca como un crujir de susurros, y es que esos sueños que ahora no son mas que un zumbido en los oídos parecen condenados a autodestruir la seguridad que siempre pensé que tenía el pensar para mis adentros, son malvados que parecen rebosar de felicidad, de una genialidad perversa capaz de turbar hasta el día mas soleado de agosto.


En eco de palabras que juega entre miradas que miran ya perdidas al suelo porque, de que sirve una bufanda en pleno agosto sino es para colgarte y es que, he jugado, y parece que he perdido.

domingo, 16 de octubre de 2011

Azul bolígrafo para rellenar tu vacío





Todavía no sabemos si los sueños vienen escritos en folios a letras de colores, colores que jugando con la mirada, saboreando posibles, nos prometen un futuro. Pero, sin saber los colores, tenemos que arriesgarnos, tenemos que comprar la piel de un oso que no conocemos, tenemos que dar un salto al vacío y esperar que justo delante haya una cuerda invisible que nos deje llegar hasta el final...


Entiendo que esto te aterrorice. Lo entiendo, porque a quien mas miedo le da, es a mi pero, sin embargo, yo sigo aqui, en la cola para saltar, intentando decidir que color tiene la primera letra, intuyendo que se supone que debería, esperando a que Dios o quien quiera que sea me diga algo, me insulte y me haga girarme y cambiar de fila o me ponga la zancadilla o directamente me diga: "No, ese no es".


Pero nada, aqui seguimos, tu, yo y el miedo. Tu, yo y el futuro. Tu, yo y un formulario. Tu y yo. Yo y mi miedo, y mis sueños,y un papel... y tantos colores.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Goteo en tu cabeza


Los días se habían convertido en caballos desbocados a los que ya no les importaba lo que yo pudiera pensar sobre ellos, locos instantes para abarcar tantas ideas. Mientras tanto tú sigues mirando, intuyéndome, cogiéndome la medida, midiendo la inmensidad de lo inabarcable de los días de lluvia en una ciudad como Oviedo, extrañando mi forma de mirar al cielo y suponiendo lo evidente.



Los días se habían convertido en caballos desbocados y quejumbrosos nuestros ojos se miraron después de 5 segundos sin un enfrentamiento directo, y entonces yo te tantee, busque lo implícito en tus labios y rebaje los precios de cada palabra que pudiere salir de mi boca para que mis rebajas fueran tus chollos, que te parases conmigo, y yo te fotografiase en mi mente.

Los días se habían convertido en caballos desbocados, pero se cansaron de la locura, del no poder parar, renegaron de su lucidez, se dejaron a lo igual, a los silencios que gobiernan los nombres de tantas ciudades perdidas, se volvieron cenizas. Los sueños se habían dormido con los delirios de los caballos, los delirios se habían drogado y transformado en utopías, hoy era el principio del final, y tú y yo todavía no nos habíamos conocido.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Esnifar tu purpurina

Improvisar. No saber que hacer. No saber como vivir, simplemente, acompañado de la certeza de que no todo deriva de la constante imperfección de pensar, no todo consiste en encontrar la perfección a través de incoherencias o cosas que estén de más ni tampoco en la nada. 


Siempre he creído que, la purpurina, es lo único capaz en este mundo de parar el tiempo, de desentrañar los misterios que tienen esos momentos en los que se puede escuchar la lluvia caer o donde escuchas la música de los cascos en estéreo mientras llueve. Siempre purpurina y agua, como recortes de libretas de cuando se es niño y lágrimas, como ser y estar, pero no parecer y siempre llegando a caer. Un continuo repiqueteo de tambores que, sin querer, recuerda la distancia al igual que una lluvia que, inconscientemente, llena todo de purpurina.


lunes, 12 de septiembre de 2011

...desearía que el mundo me omitiera.

Poder evitar tener que matricularme para poder esquivar el tener miedo cuando pienso en la distancia y en el tiempo, y no pensar en ti, y a continuación sacar como conclusion directa las vocales de tu nombre. Evitar arrepentirme.


Porque siempre que digo que es la ultima vez y que todo va a cambiar, pero el cambio nunca llega, y yo espero, y me reitero de que la certeza del cambio es una constante que une nuestras dos visiones de la vida, y pienso: "Joder, el cambio es ella", pero yo huyo de ella, y de la tentación de acercarme hasta su casa y gritarle en susurros al oído esas palabras que tantos sentimientos desatan, ironías que se desdibujan en su espalda y se convierten en mis vicios. Porque cada pedacito de ti es droga y cada pedacito de mi es policía curioso que no puede evitar probar la mercancía incautada. 


Porque con cada nuevo paso que doy resbalo hacia un esbozo de tu sonrisa y ello me lleva a levantar cabeza y mirar al cielo es lo peor porque pienso en aviones que nos podrían llevar a islas omitidas por el mundo y a las que con tanta envidia ametrallo y donde tantas palabras podría fusilar y destruir para crearlas nuevas para ti y evitar así que se vean con las bragas bajadas día y noche, y noche profunda también. 
Porque me empacho de ti como un niño pequeño de gominolas y ,a veces, desearía poder vomitarte, pero sin embargo sigo en mi empacho. Que huyo de las insinuaciones de todo el mundo mundial por ti, porque, ¡Dios! Con mi je t'adore solo te da para atarte los zapatos...


Pero me he quedado en un posible, en que necesito un cambio, no mas rotuladores de colores con los que escribirte mi nombre en la planta del pie para que vayas donde vayas me lleves contigo. Que, vale, podéis tener razón, con qué derecho lo digo si solo le he dado un abrazo en todo mi vida y me limito a escuchar su voz, y no puede escribirle mas de mil palabras. Soy arracional por ella, verdad, que no sé hablarle, quizás. Pero que exploro cada esquina de su mirada, que me dejo llevar por el compás que marca el aire al salir por su boca y el de su lengua chocando contra el paladar. Que si por ella fuera, me teñiría de rubio platino y, aunque no te lo haya dicho, odio el rubio platino. 


Que soplo por verte y sueño con que el mundo me omita para ir contigo, para verte, para oírte.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Yulai


Julio se ha quedado en silencio, sin palabras, con su voz que mastica sensaciones y con palabras pegadas al paladar, y con los sudores, y con la sensación de arder, con calor abrasador entre miradas que se sostienen en plazas con bancos vacíos. Gritos desde el cielo que parecen discutir  el color de las toallas y gritos desde las toallas que hablan sobre las fomras de las nubes. Frases cortas que respetan decisiones absurdas, caladas de tu boca que estallan como fuegos artificiales en mi cabeza y noticias nada frescas sobre que puede que ya no seamos los mismos que hace un par de años, que a lo mejor estamos creciendo porque, qué quieres que te diga, yo no he olvidado a mis padres y creo que tengo barba.

Plastilina y cristales que se funden en recuerdos de todo lo que podríamos haber sido sino fueramos tu y yo y que son un adelanto de que todo lo dulce es amargo y de que lo salado tambien puede ser amargo y que las penas son amargas y que tus besos no son tan dulces y mis manos siempre se mancharan de rotulador por tí y por tus letras.

Un Julio que, silencioso, lo ha hablado todo, lo ha explicado todo, ha expuesto todas las posibilidades y, al final, nos ha demostrado que quizás lo único en común es una letra. Un Julio de take me home que ha pasado sin pena y sin euforia ha archivarse en un historial de vida que algún día se descalificara como secreto de estado.

viernes, 5 de agosto de 2011

Huecos (vacíos)

La historia que nos concierne aqui hoy, entre mirada y mirada, se basa en recovecos que la historia nos ha dejado a ti y a mi, en lunes que dijiste que serían locos, y en fotos en mitad de la madrugada. Recovecos de historias cargadas que, apuntan, y están dispuestas a disparar recuerdos, a ese retazo en el que tus palabras fluían y tu voz rompía límites y me demostraste que nunca llegaría ese momento en el que sea tan tan feliz. Disparos, 23 para ser exacto. Ahora estoy a las 8:37 de la mañana en mitad de un parque, sentando en un banco que probablemente tenga mas años que yo, y el sol se resquebraja entre las hojas, y mis ojos son un colador de pensamientos.




Y en mi cabeza no hay tambores ni pianos, ni letras que dejar escapar, hay (vacíos) que ocupan los huecos que había reservado para tí. Y corro, pero no consigo escapar, y es que no sé caminar, huyo de espejismos que me recuerdan mi voz gritando y esquivando coches y subiendo un puente para que se giren todas las cabezas hacia ese chorro de voz, y que tú, hagas amago de sentirte especial.


Pero la frontera entre siempre o jamás sigue trazada entre tú y yo, como respirar un humo que huele a ti y destroza los pulmones, esa frontera que, no se rompe, al parecer, y que deja huecos (vacíos) y que... Ya no sé dénde empiezo ni dónde acabo, porque tu eres yo, y yo soy tú, y tu tienes cachitos de mí, los de esos huecos que, según comenta mi vecina de pupitre, se han quedado vacíos.

jueves, 30 de junio de 2011

Dreamcatcher

Te recuerdo. Con cada canción, con cada palabra, con cada leve titubeo de la puerta contra el marco de la pared, con el sonido del violín del vecino del cuarto, con cada mirada hacia el cielo, con cada sonrisa, con cada helado, con cada momento de insomnio, con cada mañana sin dormir.
Te recuerdo y eso que han pasado los días, y eso que han pasado cosas, y eso que han pasado horas, y eso que no estás ya en la habitación de al lado, ni en la pantalla del ordenador…
He soñado días y noches con aprender a tocar el piano solo para ti igual que tecleo como un niño con el alma descosida porque no encuentra su manta de dormir y, en parte, me siento culpable. Porque he soñado, y no estoy ahí, contigo, porque cada nuevo balanceo de cabeza no me lleva a un cruce de miradas, porque yo, cobarde, he agachado la cabeza y me he emborrachado de ti hasta tal punto en el que el resto del mundo me da igual, porque veo doble lo que antes era triple, y solo siento si padezco. Porque antes me conformaba con un chocar de copas y, ahora, necesito la botella.
Que son tantas cosas, y me tengo que conformar con ver, que es.. como unos puntos suspensivos que cuelgan de unas comillas, sin acabar, que es irreal. Porque ahora, en el momento exacto de salir a la calle, solo puedo pensar en cazar sueños, en cazar tus sueños.


Primer día

El primer día siempre es el primer día. Es el día de después de algo, una radiografía de lo que se me echa encima. Yo me resigno a volver a una "rutina", aunque mi día a día no se puede equiparar a nada. Mi libreta, se cuela entre los libros, y no puedo evitarlo, me ato los cordones, y le doy al boli, me mancho los dedos... Adoro sentir tinta en los dedos, vida en mi cabeza, sentimientos en el estomago. Eso es el primer día, diario, eso es, la aventura, la emoción.




viernes, 24 de junio de 2011

HOLAVERANO

Hoy… Hoy se supone que es una de esas noches mágicas, en las que los sueños se cumplen. He pasado esta noche unas cuantas veces ya, unas en un porche de una cutre cabaña, con una botella de litro de fanta, otro año con una garrafa, otro durmiendo, y otro quemando pensamientos, ideas, palabras…


Este año he decidido, que me la paso en un teatro. Y, aquí estoy, en la segunda planta, en la sexta fila, bebiendo de la música. Pero, aunque el ballet de hoy es terriblemente visceral, profundo, digno de un esteta, no me llena. Busco una mirada cuatro filas adelante, pero no la encuentro, busco unos ojos en los que perderme, y estoy a oscuras.


Puede que no haya sido la mejor idea haber venido a un teatro sin unos ojos en los que derretirme así que, si no tengo ojos que me derritan, saldré a la calle, mejor aún iré a casa, a mi ventana, a quemar.


A quemar todas las pesadillas que tengo desde que no me dan las buenas noches, porque la vida, aunque no es monótona sin ti, se limita a descubrimientos como aprender a encender el cigarro con la tostadora o a utilizar dos pares de cordones en cada playero.

Parece que la mejor forma de empezar el verano es quemando, pero no sé que quemar, no sé el por qué… Bueno sí. Porque te quiero.

martes, 14 de junio de 2011

Welcome

Hola junio. Te escribo esto para decirte que te voy a quemar. Sí lo que has oído, voy a aprovechar de ti hasta el más mínimo segundo, hasta fundirte, hasta dejarte sin sabor a final de mes, hasta que te rompas y te resquebrajes. Hasta el final, después ya veré que pasa con tu amigo julio.



No, no ahora. No quiero quedarme así, medio completo, medio hecho, a medio fuego, con el olor de la crema de sol, con el verano entrando, con la arena caliente entre los dedos de los pies, con tu voz retumbando en mis oídos…

Hice una promesa, raro en mí, pero te la hice, que nos veríamos pronto y, pronto se me hace mucho tiempo, me pesa, me pesa como todo el papel en el que escribo pensando en ti, es el peso de sentirse culpable, de no haberlo conseguido, de tener que esperar. Necesito una palabra en la promesa, un sueño en una cabeza, una imagen en un corcho, y sobre en la basura, una burbuja que mirar porque no quiero olvidar, no, no ahora.
Porque tú eres quien da alientos y susurros a mis oídos, aunque no te escuche, aunque te lea, aunque tan solo mire fotos, como reflejos en el agua, un agua que ahora se ha vuelto corrosiva, que me devora por dentro, me desmonta, y lo adoro. Que me hace plantearme por qué tengo iconos, si puedo ser mi propio icono, mi propio modelo a seguir, que tú podrías serlo. Que aunque no lo sepas me haces huir en mitad de la noche con una sudadera y un mechero, y fumarte por teléfono mientras la señora de enfrente me mira y me escucha disimuladamente mientras riega a las 2 de la mañana. Que me haces meterme en el agua helada de un río, que me mantienes vivo en esta guerra mundial de miradas, que…
Que no, no ahora. Ahora no te dejare marcharte, te quedaras en mi cabecita, esa de estúpido, de ególatra decadente, de promesas, de drogas y alucinógenos, de libros, de viajes, que nunca te olvidare, nunca soltare el dedo que me permite quedarme colgando de tus bordes y, eso, que nos vemos pronto, no lo olvides.

domingo, 5 de junio de 2011

Dale al play

Los momentos dulces, son caprichosos e imposibles de prolongar en el tiempo. Las sorpresas, explotan en el ambiente y rezuman una euforia, un éxtasis de confusión y alegría. Las despedidas son… sucias, llenas de emotivas lagrimas o con reproches, con lamentos, con indiferencias torturadoras, con millones de miradas, con palabras que dirías pero que no te dan tiempo a decir porque se marcha el barco, el tren, el autobús…

Las despedidas son épicas, e incompletas, marcan un antes y un después, pero nadie sabe donde empieza lo uno y por donde acaba lo otro. Siempre queda ese olor a perfume, una mirada que se alarga, un leve titubeo, un pestañeo, un… escalofrío.

Las despedidas son un reto, porque pueden significar un hasta que la vida me dé una tregua el mundo en esta guerra mundial de locos adictos que durante años se han estado drogando con promesas y ahora no saben cómo mirar directamente a los ojos sin dejarse llevar por la pasión del momento, o pueden ser también un hasta nunca. En la vida, las despedidas están constantemente presentes un cambio de ciudad, de clase, un viaje, un fin de semana incomunicado, al acabarse el día, al cerrar los ojos para dormir.

Te despides de una posible historia de amor increíble, esas que son como una montaña rusa, de un amigo que vive en el extranjero, de tus padres, de tu vida, de tus ideas, de tus ideales, de tu incredulidad, de tantas cosas que, al final del camino, las despedidas pierden su toque épico, su recíproca similitud: en cientos de situaciones, en cientos de lugares, cientos de personas, con papeles tan parecidos… Te despides de tu comida favorita, cuando tienes 5 años es una, a los 16 otra, a los 32 otra… Todo fluye, creando una imperfección relativa en la que tú y yo nos hemos chocado, y estamos en medio de la calle, con letreros de neón que me dicen un: “Dale al play, dale un beso, empieza hoy, acaba mañana, ella también sabe que para siempre es mucho tiempo y una noche es poco rato… dale al play.”

- Si te doy promesas, ¿qué harías con ellas?
- Te las devolvería.
- ¿Por qué?
- Porque me lo ha dicho aquel ridículo corazón de uno de esos carteles de neón, pensarás que estoy loca pero, sinceramente, tengo más confianza con él que contigo, no te conozco, y sin embargo él y yo… ya tenemos nuestra historia.
- A mí me dice algo parecido el de arriba a la derecha.
- ¿Y por qué me lo preguntas?¿Acaso te pare..

..“Dale al play.” Y no lo pude evitar, tanto drogarse y ahora ya no puedo controlarme. Te bese.

- Porque quería escuchar tu voz, y darte esto, y saber a que saben tus palabras. ¿Te invito a una copa?
- Sería lo mínimo, ¿no crees? Acabas de probar mi “normal”.

Y te empezaste a reír por primera vez, y me olvide del cartel de neón, y acorde de un acorde de guitarra, que… ¡buff! Era impresionante, casi equiparable al brillo que tenían al entrar en el bar tus dos ojos verde nuclear.

sábado, 28 de mayo de 2011

Rollo alternativo

El otro día me hicieron volver a esto, a donde estoy ahora. Me hicieron salir de es burbuja de felicidad aparente, de cálido asombro, me hicieron dejar mi papel de explorador de misterios misteriosos. Del sitio donde estaba, recuerdo únicamente el momento en el que tuve que caminar sobre la arena, esa arena que estaba caliente, que parecia derretirse, del momento en el que los granos de arena comenzaron a colarse entre mis dedos, del instante en el que mire hacia el cielo y durante todo el día todo me parecio envuelto en una luz, lleno de inspiradora felicidad y de embriagadora comodidad. Recuerdo el autobus de por la noche, cuando cerre la maleta, el momento en el que me sente, solo.

Espere a que todo el mundo se durmiera, me descalce, me puse la sudadera y apoye los pies con mis calcetines de rayas sobre un cristal de hielo... con la musica en mis oidos retumbando como si asi cada segundo fuese a ir mas despacio, a ralentizarse, con la autopista vacía, con solo la luz del autbus. Con todo por delante, y mucho por detras, con una parker apuntandome todos tus recovecos en la mano derecha, y en la izquierda. Con una luna naranja descargando tensiones sobre arboles desconocidos... y la música sonando, los pies en el cristal, fríos, y yo mirando aquella luna naranja.

Me dí cuenta de muchas cosas, y cuando me dí cuenta de la última, supe que la luz se había acabado, que con aquel amanecer privado para mí y mis pies fríos, que con el final de esa noche, volvería toda esa oscuridad que lo envuelve todo, que lo complica, que me hace cobarde, que me hace pequeño, estúpodi, jilipollas, que me hace irme lejos...

Y ahora vuelvo a estar aqui, esperando un pequeño deliz del destino, esa estúpida excusa para perdedores que no se atreven a mirar cara a cara a la vida, para que me de un poco de tú. Esa terrible recomendación a un estilo de vida temerario, a gritar las ideas en alto, de hacer enormes carteles para decir que habrá diciendo que eso nunca se podrá decir, que todo está en constante cambio, ese repudio hacia la rutina que le comentas a mis labios en cada nueva conversación o de ese rollo alternativo que se gasta tu sombra para seducir a los locos poetas, para reprocharles que, ultimamente, ya no sales en sus metáforas ni te pasean por sus antítesis. Porque con ese poco de tú, me enseñarías a apreciar, me quitarias el miedo, me harías llegar a pensar que no toda la contaminación es mala, ni que todas las balas son mortales.

viernes, 6 de mayo de 2011

Pasiones en la silla

Tengo miedo, miedo de que todo pase demasiado rápido, y no darme cuenta, y llegar al final, sin haber llegado a cumplir todos mis planes. Que mis sueños se conviertan en un cenicero donde los demás apaguen sus placeres de después del café, que mi sueños se apaguen, que pierdan fuerza, ese brío y esa potencia de lagrimas, sudor, lagrimas, y espejos. Tengo miedo al tiempo, a que vaya demasiado rápido, a perder el momento justo para decirlo todo.

Tengo miedo a no poder hacerlo, a no estar a la altura de las expectativas, porque he dejado de lado esos principios que me mantenían firme y seguro arriba, con mi todo, y sin embargo ahora, no puedo pensar sin tener en cuenta la confianza, el cómo me mirará… Todo se me está viniendo abajo, y desearía que alguien pudiera explicarme esto.

Si pudiera gritarte al oído que tengo miedo, que no sé qué hacer, porque todo esto se sobrepone a mí, que necesito apoyarme en algo, y no encuentro ese algo al lado, que me derrumbo, en picado, sin frenos. Solo quiero poder decir un te quiero sin miedo a perderlo de mi mundo para siempre, no volver a verlo nunca y que ello me arranque la humanidad que me das ahora. Si supieras cuanto necesito hablarte ahora, susurrarte al oído, olvidar el mundo y centrarme en ti, en cada pelo de tu cabeza, en cada pestaña…

Pero es pedir demasiado al mundo. Tendré que llorar, aquí en la silla, a oscuras, con la música, y llorar, quedarme solo, y llorar de impotencia, mientras la gente utiliza mis sueños como si fuera un cenicero de cruzcampo. Ahora sé que no tengo todo el tiempo del mundo, y que necesito empezar ahora a usar todo, mi todo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Nota mental: HAY QUE IR AL SUR.

No sé si el ser raro está sobrevalorado o infravalorado. Últimamente, el plagio en la forma de vestir, en la forma de rascar los codos o en la manera de tatuar sonrisas en la mirada, es más frecuente que nunca. Mi madre dice que es por culpa del internet ese, mi padre que es culpa del gobierno, mi profesor de filosofía que es culpa de la globalización. Yo tengo mi propia opinión, aunque no la escuchen, la ignoren, e incluso la toman por estúpida (lo cual me reconforta casi tanto como un helado de chocolate con sirope de chocolate y virutas de chocolate). Total, yo creo que la gente, ayer, o antes de ayer, nos vio, y vieron que mi risa era la más atronadora y taladrante melodía que habían escuchado en su vida, y que el destello en tus ojos azul Word, valía por diez fluorescentes. El caso, es que nos empezaron a copiar, a intentar ser raros. No lo han conseguido, se han quedado en lo que estaban. Sin embargo, será culpa del internet, pero al parecer, no somos los únicos raros, hay más. Muchos más, escondidos en el sur, donde el sol incita a un leve rascar en las costras de las rodillas, y donde el run run del mar por la noche es…

Los hay. El otro día me comentaron algo, sobre una mujer loca, que vivía allí, en el sur, y que se moría por un abrigo de piel a lo Cruella Devil. Se me pusieron los pelos como escarpias al escuchar aquello, esa tal mujer del sur, no era rara, como nosotros, sino que estaba perdidamente zumbada. Hasta que un día, por el internet, me asalto, monto una tienda de campaña en el rincón para invitados de mi pequeña cabecita, y me enseño que tenía un cuerno en la frente, con él podía atravesarte, dejarte “bobo” o podía ayudarte, y sacar lo mejor de ti, de tu más hondo estar y parecer, sacar lo mejor, para que pudieras dárselo a los demás.



No me acuerdo de su nombre, pero vive en el sur, tiene un campamento en mi cabeza, y un cuerno en la cabeza. (Es rara, no una loca). Es más, cuando ella fue allí, a que el cuerno la atravesara, parece que le quito todos los problemas y lastres de encima…

lunes, 2 de mayo de 2011

Maletas pasadas por whisky



Diez minutos, no son suficientes para decirle a mi cabeza que camino tiene que escoger. En el amor, teóricamente, hay una sola mano ganadora en la partida, que te salga una media naranja. Sin embargo, cuando estás jugando, no sabes muy bien si eso de las reglas y la existencia de una jugada superior existen. Desde el primer beso, hasta la primera vez, incluyendo unas vacaciones juntos, todo influye, y hacen que los números pierdan el sentido y que las alturas tengan como única función ser preludios de tragedias sobre sentimientos, pensamientos, días y sobres con cartas de sueños.

En esta partida, estoy confuso, más perdido que nunca, sin norte, ni este, ni sur, ni nada. Me he sentado en una mesa a jugar, con la maleta detrás, pensando que iba a jugar a una cosa, y acabando como estoy, con dos cartas en la mano, y la maleta detrás de la silla, porque esta vez va en serio, es algo serio. Todo depende de una carta, y en mi mano tres posibilidades, una de esas misteriosas medias naranjas, que hacen saltar chispas, una extraña gota de agua con propiedades de acido, o una pareja de diamantes. Son jugadas ganadoras, pero un intervalo de diez minutos podría decidir el rumbo de la partida. En estos momentos desearía que mi maleta me gritase al oído que carta tiene pensado echar a la mesa la maldita croupier.

Llueve, y han pasado ya siete minutos. No sé que me puede quedar por intentar hacer. Por favor maleta, dame una pista, o confírmame que eso del destino existe y que haga lo que haga todo va a salir bien.  Y a poder ser, en treinta segundos, que no me queda mucho tiempo. Mis manos están alejadísimas de la mesa, parece que estuviesen a cientos de kilómetros, y sin embargo el tiempo parece aprovecharlo. Maleta, ayuda, y urgente, dale un patada en los dientes al tiempo o algo, porque estoy confuso, no soy capaz a escuchar ninguna voz, ningún recuerdo, ni tan si quiera al whisky del culo del vaso. Toca hacer algo, y no vale echar a correr lejos de la situación.

domingo, 1 de mayo de 2011

80 palabras

Me devoran tus ojos. Ese azul fondo de Word que deja cabida a mas de mil palabras para describirlos, que descontrola, que enrabieta a los que no lo ven en persona. Me derriten tus (cejas), que repelen las malas ideas, que vomitan felicidad, que rebosan vida, que dicen “EH!, que estoy lejos, pero detrás de ti. Cerca, más de lo que piensas”. Me electrocuta tu sonrisa happy dent digna de un amanecer.

Y es que con ochenta palabras, tú, conquistas.

lunes, 25 de abril de 2011

Rompetiempos

Me acerque al puente y me apoye en la barandilla. Me sente,con la cabeza justo por encima de esa seguridad que intentaba dar la barandilla de color rojo, desafiante al mar, suspendido a 30 metros del agua, con el sol cegandome en la desembocadura del Tajo.

Estoy en Lisboa, la ciudad de los taxis negros y verdes, donde todo parece viejo y nuevo, y donde las drogas corren una maraton entre los adoquines del suelo. Estoy en Lisboa, buscando una respuesta, intentando encontrar un porque, haciendo balance de los últimos meses, de las últimas fotos.



La sensación de estar aquí arriba, intocable, indañable, me hace sentir alivio. No sé qué es lo que quiero, y el mundo va tan rápido... Tan endiabladamente rápido. Delante mío, el mar, imposible de predecir por dónde me asaltará en nuestro próximo encuentro, y detrás, coches, coches, más coches, dos camiones, un autobús repleto de niños y una vespa. No sé qué es lo que quiero.

Quizá perderme, o simplemente dejarme deslizar entre todas esas diminutas personas que se ven desde aquí. Dejar que me empapen con su esencia, que me calen hasta los huesos con pensamientos envenenados y que me hagan fan de pasiones prohibidas...tantas posibilidades.

No sé qué es lo que quiero, pero necesito a alguien. Necesito a alguien que se quede aquí arriba conigo, pensando, sitiendo. ¿Necesito amor?, puede.

Si es amor, impongo un requisito, que sea un amor de Agosto, de esos que te abrasan por dentro durante las noches en la playa, inagotables hasta que llega el mediodía, que te hacen llegar a decir: "No te marches, quédate conmigo".

El mundo va demasiado rápido, y yo necesito a alguien ahora, y un par de horas más también, el tiempo que yo quiera, aquí, en este puente, desafiando el mar, ignorando los coches.

viernes, 15 de abril de 2011

Magia potagia

La vida está plagada de momentos inolvidables, de instantes superficiales para gente que no entiende nuestra forma de ser, absurdos para los que nos rodean, pero sin embargo llenos de esa tan codiciada magia potagia de la que poco a poco, con cada nuevo beso, cada nuevo paso, cada nuevo grito, cada nuevo cristal roto, cada nuevo pum pum de un corazón nos vamos olvidando. La olvidamos sin querer, sin pensarlo, pero lo hacemos y poco a poco perdemos esa purpurina que no podía faltar en cada manualidad, esa plastilina que bien podía ser el mejor regalo, e incluso tardes enteras corriendo y jugando a creerse rey de otro mundo más mejor.

Ayer me di cuenta de que estaba olvidando, de que aunque fuese bueno, estaba olvidando, y perdiendo mi magia potagia. Me pare a pensar, y no podía recordar bien ese instante, ese primer momento, el primer aleteo, el momento en el que aprendí a atarme los playeros. Ese momento decisivo en la vida de todo hombre y mujer, en la que uno se empieza a independizar y dar rienda suelta a su personalidad, describe la forma de lo que podría ser su vida, y más o menos, puede que no en ese momento, pero si instantes después , decide que camino coger. Pues bien. Estuve horas pensando, dándole vueltas, llevándolo a la derecha y arriba, bajándolo, volviendo a la derecha, buscando ese momento entre millones de papeles con instantes superfluos sobre la vida como la conocía… Y volvió ese anochecer de un noviembre del noventa y mucho.

Sin más estaba allí, ese resquicio de felicidad, yo sentado en un pequeño sofá de dos plazas, con una funda de estampado de flores, torciendo la lengua, mordiéndome el labio, levantando la ceja, con un lado del cordón en cada en cada mano, con la mirada de mi padre y la voz de aquella chica, Vicky creo que se llamaba, diciendo:”así… y ahora, muy bien, y… no, no, por el círculo, no hombre, por dios, por el otro… ahí ahí ahí… perfecto.” Justo después de esa palabra, fue cuando empecé a reír, y puede que esa fuera la carcajada más exacta de este mundo, cada movimiento de un músculo de la cara se veía acompañado de un chute de euforia.

jueves, 14 de abril de 2011

Desayuno sin calcetines

No me acuerdo exactamente del día en el que decidí que todo sería diferente. Supongo que fue un día, un momento, lo que dio la patada a mi mundo, lo que me hizo ser, estar y parecer como ahora. Porque no siempre los recuerdos suponen un bien común, ni tampoco un bisturí puede transformar a cualquiera en dios.

Y es que el mundo, segundo tras segundo, nos grita levemente lo que supone un destino. Nos cuenta historias de amor, puentes que unen para siempre, canciones que soplar a los oídos, y roces involuntarios en su pierna.

El mundo cree asignarnos un destino y se contenta con su labor, pero, yo, un día decidí que algún día yo dejaría de hacer las típicas estupideces del amor.

El amor, esa palabra que funciona como eje central de una red de prostitución de palabras: novio, novia, amante, cama, hacer, besar, rozar, tocar, desabrochar… Dije que no me pelearía por una chica, ni que me quedaría tonto mirándola, que no coleccionaría fotos suyas en mi memoria, que no lucharía por quedar colgado de sus esquinas, que no esperaría oír su voz todos los días, ni tampoco que su mano se chocase con la mía. Lo deje todo claro, yo, sería quién cogiese las riendas de mi destino, sería quién eligiese dónde vivir, dónde despertarme, con quién viajar, qué desayunar, qué libro comprar.

Lo dije todo, y me respondieron simple, sencillo, y de una forma que aún recuerdo, con la palabra pasión. Qué si evitaba a mi destino, con muros de papel de burbujas, ceniceros de la clase de plástica, con cinismo y pantalones rotos, nunca sentiría eso, pasión.

Y ahora llegados a este punto, me doy cuenta de que escoja el camino que escoja, llevare arrastrando la pasión de cada nuevo cuadro, de cada nueva bombilla, de cada nuevo suspiro, de cada cristal de autobús empañado, y contigo al lado, como un tatuaje en la planta del pie.

viernes, 8 de abril de 2011

Madrugadas enlatadas

Y pienso en cualquier cosa, me siento y empiezo a hablar lentamente con la pared. Le cuento como me ha ido el día, el miedo que he pasado cuando pensé en ella mientras hablábamos y creí que se dio cuenta, el momento en el que todo el mundo estaba gritando, y sentía el retumbar de los coches en mi cabeza y sólo esperaba que mi cabeza explotara, como los platillos en una coda, y también cuando pensé en que en despedirme de todo el mundo, coger un avión e irme lejos.

Esto, precisamente esto, es lo que me hace pensar en lo estúpida y absurda que puede llegar a resultar mi forma de ser en los días de calor, esa forma de ser que se ve alentada por un mugriento reloj de pared y un montón de papeles viejos. Que me llevaba a comprar un perfume de Dior para echar por la habitación, y pensar que estas aquí, puede que incluso en el baño cambiándote.

Entre mi confidente, mis papeles viejos, y mi continua necesidad de oler tu Dior por la habitación, creo que me será imposible encontrar a otra que aguante más de 4 días, a parte de la tan famosa soledad, de la que últimamente huyo, porque me aterra la idea de compartir cuarto con alguien más famoso que yo.
En definitiva, creo que en lo que queda de mes, para el café de las 02:44 a.m. en un cualquier sitio y las primeras caladas del día, tendré de únicas acompañantes a la pared con el enorme cartel y al letrero luminoso.

martes, 29 de marzo de 2011

Calceta para principiantes

La gente cree en los milagros, los antibióticos y que cuanto más prestigio posea el nombre de la universidad en la que estudies más ceros a la derecha habrá en tu nómina. Esos son los tres grandes principios que mueven el mundo de los adultos. Ese en el que están decididos a meternos, aunque para ello necesitemos usar como pala un cuchillo para pescado, aprender a decir mentiras y saber cómo hacer calceta.

Por eso, parpadeo cada tres segundos, que parecen eternidades, para que no se acabe el día, para que se le gaste la pila al reloj, y pueda seguir defendiendo que la esencia se reduce a los tatuajes con bolígrafo que me haces todos los días en la biblioteca, que los pañuelos son un invento del mundo para ganar dinero hasta con la emoción en estado puro y que las enumeraciones son como el palo en el chupachups, que sin ellas, todo carecería de un algo especial, como las veces en las que te levantas a las 7 y media de la mañana, y no se te ocurre otra cosa que tirarte en el sofá y empezar a reírte y devorar la nata del bote de la nevera. Defenderé esos grandes principios, un manual de instrucciones para aprender, un cuaderno de viaje para que nunca olvide que detrás de dos ojos, había secretos que conmovían y devoraban a las más terribles pesadillas.

viernes, 25 de marzo de 2011

Cicatrices en la lengua



Que los quebraderos de cabeza, son algo que forma parte de lo que aceptas cuando miras sus fotos, y puede que también, una clausula de contrato, para que el momento de estar frente a frente, no sea una vaga ilusión, sino un ferviente deseo. Porque con los tiempos que corren, cualquier pequeño sueño puede llegar a convertirse en algo por lo que vivir, un simple roce puede significar hacerse mayor y las cajas son refugios ante el riesgo de catástrofe por causa del pánico escénico de saber que mañana, y también pasado, no van a volver.

Que las cicatrices en la lengua de tanto morderla para evitar decir la verdad son cada vez más frecuentes, y no solo eso, sino que parece que va a empezar a llover y en medio del mes de marzo, todavía no sé qué es lo que quiero. Porque cada vez que leo un titular en lo que llaman tu piel, me doy cuenta de cuantos han muerto desangrados por agotamiento, por pura dedicación, y también por no encontrar saliva para dejar que las ideas, los pensamientos, se transformasen en palabras.

Que las noches sin dormir, mirando la luna, y todos esos puntitos en el cielo vienen derivados de creer que en la vida a toda persona le llega un momento en el que ha de decidir si escoge el momento épico o se decanta por un baile con la felicidad en un compás de tres pulsos donde están el tuyo, el suyo, y el de la persona sentada en la butaca 11 de la fila 14. Porque cada segundo se invierte en un anhelo, un deseo, y no por ello se va a cumplir, pero se invierte, y ahí queda, como la huella de aquel primer astronauta, como una huella. Una marca predispuesta a marcar una época y una tendencia, un ejemplo y, porque no, llegar a ser el objetivo de sueños ajenos.

martes, 22 de marzo de 2011

Delirios de aspirina

Nos gusta sentirnos importantes, ignorar las advertencias, y responder a toda acción nuestra que lleven a debate con un: “Y tanta seriedad, ¿a qué se debe?”. Vivir al límite, descabelladamente, extremadamente, inconscientemente y salvajemente al borde de una sobredosis de emoción. Levantar las copas, y brindar. Porque somos especialmente raros, y sabemos que eso no se va a curar. Nunca vamos a ser normales… así que no aspires a que cuando terminemos la botella de champagne, tengas algo normal, porque lo único que hay aquí es locura, algo que apesta a delirios de grandeza y soñar despierto, mezclado todo con un par de aspirinas.


Por eso si estás de acuerdo, brinda, porqué no creo que volvamos a este momento; a partir de ahora, probablemente nos veamos envueltos en miradas ajenas, en problemas de todo tipo, y situaciones estúpidas. Así que, por un día olvidate de eso, de mañana, de qué vas a estudiar, de dónde vas a ir a trabajr, de a qué entrevista te vas a presentar o para qué casting te vas a presentar, y tómate una botella conmigo, bueno, mejor yo una y tú otra, más tarde puede que una aspirina, y quizás después te deje delirar con mi delirio de lamparas de araña y emociones cortadas.

sábado, 19 de marzo de 2011

Nadie dice nada


- La excesiva perfección corroe. Tira de los manteles de las mesas más perfectas, y convierte las cenas en un caos de fragmentos de vajilla rota y cubiertos volando por el aire. (…) Por eso, he decidido que quizás lo mejor sea no verte, dejar de mirar tus fotos, de quedarme tonto con tu simple tarareo, o con el sonido de tu nombre. De que tal vez el verano no se límite a un simple y típico verano, tal vez, es el momento de que me deje llevar a ese sitio donde el calor es abrasador, y donde la gente se deja llevar por lo primero que se le viene a la cabeza. Donde los susurros, las caricias, y todas esas cosas, están supeditadas a la imperiosa necesidad de que sean espontáneas en medio del primer acto. Es momento tal vez, de que acepte tu invitación, que me vaya al infierno con mis mil manías obsesiones y defectos, con mi ego y mi orgullo, y con mis palabras y mis balas siempre listas para disparar y acertar. Si, creo que siempre has tenido la razón desde el primer día que me dijiste que solo juego con las personas, destrozo, descuartizo, y después me regocijo del dolor ajeno, que soy sádico, un diablo, que me fuese al infierno.

+ ¿Te das cuenta de que esto que acabas de decirme no viene a cuento?

- Quizás para ti no, como es obvio, para ti, mientras no anteponga mi ego a tus sentimientos, siempre será todo perfecto. Pero esto es un toma y daca, un continuo vaivén con los mismos fallos, diferentes circunstancias, puede, pero siempre lo mismo.

+ Pues vete de una vez, y cuando se acabe el verano no vuelvas, espero que tu infierno sea agradable, confortable, pero te puedo asegurar que a la vuelta, el suelo estará mas frío y el cielo tendrá un color mas hielo frío y no tendrás ni lunas a las que agarrarte ni ninguna de esas cosas a las que tanto te gusta hacer alusión para quedar en el peldaño que está justo por encima.

- No me preocupa volver, voy, y eso es todo, sino todo carecería de sentido. Así que, al diablo con tu perfección y tus te quiero de marca, prefiero improvisar.

martes, 15 de marzo de 2011

Que ella era la palabra mañanas

Me di cuenta hoy, sin querer hacerlo, de que eso era todo lo que ella era, las mañanas. Justo en el momento en el que me desperté, totalmente despeinado, con unas ojeras de elefante, sentado con las piernas cruzadas, y bostezando, en ese preciso e imperfectamente perfecto momento, me he dado cuenta de que ella, solo ella, podría igualarse a una mañana como esta.

Una mañana normal, sin ninguna segunda intención, una típica mañana de verano en la que te levantas solo en tu pequeña, enana, diminuta habitación en un piso que en mitad del mes de Agosto está deshabitado.

Y ahora estoy aquí, sentado en este pasillo que supuestamente es una terraza, apoyado en la ventana con los ojos cerrados dejando que el sol me dé un rato en la cara, y parándome a pensar que quizás haya un por qué detrás de todas las cosas que me pasan, en que quizás los tropecientos post-it de la pared tiene alguna utilidad, como recordarme que, quizás, y probablemente más que quizás, haya un motivo para que te hayas convertido en un costumbre, como hablar con el espejo, el bol de cereales carrefour discount de las horas de pensar, porque no hay presupuesto para más y saben igual, o una estrofa de mi canción favorita, en la que ahora mismo juraría que están diciendo tu nombre.

Todo esto ha pasado sin que me dé cuenta y lo peor, no es que hayas pasado a ser ya una costumbre de mi verano, es que te has convertido en la imperfección que tanto me atrae, esa droga a la que ni siquiera la nicotina se le puede acercar. Estamos llegando a unos grados de adicción en los que el miedo se mezcla con las ganas, en dónde no importa nada mientras lo digamos a la primera, donde los besos se comen a las palabras.

domingo, 13 de marzo de 2011

Bona Nit

Pulgarcita nos ayudó a crecer y ahora nos ayuda a recordar nuestra infancia, que contradictorio,¿no?

-¿Te cuento un secreto? Nunca quise crecer, siempre tuve miedo al futuro y siempre he pensado que ser niño es lo mejor que hay en esta vida.

-Yo, o me quedo en los 5 años, o en los 27. La razón, es simple, porque a los 5 eres lo suficientemente pequeño para ser mayor. Y a los 27, eres lo suficientemente mayor para ser pequeño.

A base de dulces ironías funcionaban los cuentos que todas las noches les contaban.

Unos los preferían sobre gente pequeña, que crecía, o que simplemente con un par de alas se contentaban. Otros se pasaban el día tirados en sus sófas saboreando, con una copa de colacao, las pequeñas cosas que hacían la vida tan complicada y de las que era tan fácil deshacerse con el simple movimiento de pasar a vivir oculto a la luz del sol. Mientras, ellos se sentaban en la cama, cogían la manta, tres peluches, el edredón, le daban la vuelta a la almohada para ponerla por el lado frío, y se quedaban con la baba colgando mientras un hilo de voz se coloba por la rendija que quedaba entre sus labios y se quedaba grabado en lo más hondo de su cabeza. Todo con el elve vaivén de lo que podría ser la banda sonora de sus vidas, un cubo de la basura pasando por la calle y arrastrando los cubos calle arriba y calle abajo, una moto, y de vez en cuando, un grito de euforia.

viernes, 11 de marzo de 2011

Madrid

Dicen que Madrid es la típica gran ciudad. Los típicos edificios, las típicas aceras, con los típicos coches, y las típicas personas. Pero lo que no saben, es que cada vez que salgo a la calle, yo, iluso de la vida, le doy la vuelta a todo. Duermo en los suspiros de la gente en el metro, y me despierto en cada calada de ese cigarro que fuma la chica de los 20 en la puerta de algún bar perdido en un callejón donde las paredes están tan llenas de carteles, que la gente duda sobre si verdaderamente existió algún día la pared en ese cochambroso edificio de los años 70. Eso es Madrid, él, ella, los nervios de la primera vez, y el subidón de un sí.

La típica melodía de una canción, que hasta hace poco no sabía que era de una película de mi infancia, suena a todo volumen en mi cabeza. Sentado esperando unos diez minutos exactos de gloria, que podrían escaparse con la misma facilidad con la que ayer me deje caer en la cama, o que podrían hacer de mi existencia una bonita ironía de la que mis padres no sé si quiera si estaría alegres, orgullos, o se terminen decidiendo por hacerse los eruditos.

Estos son los típicos asientos, y la típica espera. El típico síntoma de que algo va a pasar, o de que me quedaré aquí, esperando, con mis vaqueros y la sombra de lo que es todo lo que me rodea y lo que me precede. Como cuando justo antes de saltar a un vacío piensas: “Lo que daría ahora mismo por un frigopie, eso sí que era vida.”

Y Madrid seguía ahí, mirándolas. Porque en el fondo Madrid es miradas, todas las que hay y las que no están, los gritos, los roces inesperados pero deseados, y un tropiezo inesperado. Madrid seguía ahí, más cerca, mirándolas, sabiendo que con ellas, tendría más que palabras, quizá hasta una historia que contar.


viernes, 4 de marzo de 2011

Alto riesgo de combustión de sueños

"-¿Cómo estas?
- ...un tanto bipolar, mis pensamientos, se cruzan en mi mente se hablan un rato entre ellos y luego deciden en que tengo que pensar, pero despues se pelean y pienso en lo opuesto..."

Hoy es el fin. Hoy es el comienzo. Hoy es el objetivo, llegar a soñar que poder es querer, y que quizá, no esté ligado a tener que perder.

Que es nuestro futuro es el que está en juego, una pequeña parte de nuestra vida, un papel como protagonista del verano, para que engañarnos, la posibilidad de demostrar de que no somos unos locos soñadores, unos de tantos que anhelan y no consiguen, que se quedan siempre tirados en la hierba, mirando al cielo azul, y viendo pasar de vez en cuando un avión. Pero no es la falta de lucidez lo que nos hace desear con la intensidad del cacao amargo o la luz de la nevera en mitad de la noche.

Es la simple idea de pensar en nosotros. En vernos. En conocer, en entender. En creer que somos capaces de juntar la S, con una U, pegarla a una E, adornarla con una enorme Ñ, y rematarlo todo con una O, en creer que creamos sueños.

He conocido a una chica cuya avioneta se ha estrellado, otra que lo ha hecho todo por haber, que parece yo, pero viviendo en el este. Otra a la que le debía de chiflar el trivial, e incluso he podido leer lo que pensaba Orellana, y aún después de todo, he visto un dulce circo con marionetas, movidas por la música de una extraña pianista. He viajado por un montón de ideas nuevas, de nuevas formas de ver, de nuevas formar de pensar en ese SUEÑO.

Y a pesar de todo, se que hoy, que es el gran día, ese en el que no quiero decepcionar a nadie de todas las personas que me han ayudado, de las que han estado encima mío. Aún así, me despierto a las 03:47 de la mañana me acerco medio zombi a la cocina, abro la nevera, me quedo mirando esa extraña luz, y me acuerdo de todo, y me doy cuenta de que un par de palabras son las causantes de que hoy, mi, nuestro SUEÑO, este en peligro de combustión. Suena estúpido, tres palabras tendrán el poder de reventar lo que hay dentro de mi cabeza, nunca, y creo que… nunca, nunca pasara.

Y cuando me sienta raro, me acercare a la nevera, y me quedare mirado su desconcertante luz, llena de su cálido abrazo de agua helada, y pensare eso, que luchamos por un sueño compartido, perdidos entre miles de preguntas de un juego de mesa, como si acabásemos de caer desde un avión, sobre un enorme manual lleno de mapas, que con dulces melodías de pájaros descarriados, nos hacen darnos cuenta de que ahora, ya no somos marionetas.
 

sábado, 29 de enero de 2011

Logaritmo del color.

- ¿En qué estas pensando?

- Nose... ¿y tú?

- Me suelo preguntar de qué color son los ojos de un flamenco.

- Es una buena pregunta... yo tengo otra, ¿el camaleón que es un reptil o un anfibio?

- Un reptil. Oye, una cosa.

- Dime.

- El amor es de color rosa o rojo, ¿no?

- Sí, aunque las chicas de mi clase dicen que también puede ser fucsia.

- Entonces, ¿de qué color es la amistad?

- Azul, ¿no?... Yo siempre he creído que es azul.

- Me gusta que sea azul, pero ¿por qué no puede ser de color verde o amarillo?

- Ni idea... A mí me gusta pensar que es azul. ¿Por qué estamos   sentados cabeza abajo?

- Porque somos raros, de esos que ya no quedan.

miércoles, 12 de enero de 2011

COURAGE

¿Serán tantos viajes en autobús los que nos convierten en niños pequeños, y nos hacen olvidarnos de la valentía?

Enrabietemonos como niños pequeños, y pegame un mordisco o dame una torta. Cuanta maldad. Verdaderamente la simpleza del cojin tiene más juego que tú.

martes, 4 de enero de 2011

Vicios

Me gusta devorar las nubes de las 7:00 a.m.

Sentarme en la terraza, con una sudadera XXL, y suspirar. Cantar bajito, de forma casi imperceptible, sentirme frágil y escurridizo ante las obligaciones del mundo real. Engañarme. Dibujar garabatos sin sentido, escribir cartas que lo más cerca que estarán de un buzón será el segundo cajón de mi estantería. Una rutina que me hace sentir útil, que hace que recorra mi cuerpo una ola de calor. Ese cielo me hace pensar. Pensar sobre los muros que yo construyo por evitar la inquisición de las miradas que acosan a mi cabecita cuando le dan por funcionar, por comodidad.

Esas nubes, ese momento, es casi equiparable a levantarse una noche a las cuatro de la mañana, ir a la cocina medio zombi, y una vez allí, sin saber el por qué abrir la nevera. Quedarse allí quieto, asombrado, delante de ella, embobado con su luz. No sabes si quiera si necesitas beber algo o comer, pero la abres y, con esa luz, piensas en millones de cosas que nunca habías pensado antes o que te llevan torturando días, semanas, quizá meses.

(…)

A veces cuando estoy allí, buscando la nube que será la siguiente presa de mi mirada, me pongo a pensar, y llego a la conclusión de que tengo que parar, pararme en seco. Voy a la cocina cojo una taza la lleno de leche, me hago un café y vuelvo destrozado, sin saber la causa de ello, a la terraza. Me callo, cierro los ojos y agarro fuerte la taza con las dos manos como si fuese lo último que tuviese en esa terrible oscuridad. Y grito, grito fuerte. Puede que un par de palabras, o a veces una simple letra. Para recordarme que también tengo voz.

Ese es mi vicio, mi delirio. Soy adicto al cielo de las
7 de la mañana.