Odio el equilibrio que el karma insiste en esbozar en mi vida, esa apatía con la que intenta coronar los momentos álgidos de la existencia humana, esa aparente inmutabilidad con la que consigue leer todo lo que se pasea por mi mente, y hacerlo realidad, pero de esa única forma en la que eres de todo... de todo menos feliz. Ese afán suyo por descuartizar sueños. Lo odio.
Y ese odio me supera, es más, su incoherente sentido del momento justo para dar lecciones vitales, consigue hacerme vomitar el corazón; me abruma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario