El más terrorifico de los susurros.




sábado, 28 de mayo de 2011

Rollo alternativo

El otro día me hicieron volver a esto, a donde estoy ahora. Me hicieron salir de es burbuja de felicidad aparente, de cálido asombro, me hicieron dejar mi papel de explorador de misterios misteriosos. Del sitio donde estaba, recuerdo únicamente el momento en el que tuve que caminar sobre la arena, esa arena que estaba caliente, que parecia derretirse, del momento en el que los granos de arena comenzaron a colarse entre mis dedos, del instante en el que mire hacia el cielo y durante todo el día todo me parecio envuelto en una luz, lleno de inspiradora felicidad y de embriagadora comodidad. Recuerdo el autobus de por la noche, cuando cerre la maleta, el momento en el que me sente, solo.

Espere a que todo el mundo se durmiera, me descalce, me puse la sudadera y apoye los pies con mis calcetines de rayas sobre un cristal de hielo... con la musica en mis oidos retumbando como si asi cada segundo fuese a ir mas despacio, a ralentizarse, con la autopista vacía, con solo la luz del autbus. Con todo por delante, y mucho por detras, con una parker apuntandome todos tus recovecos en la mano derecha, y en la izquierda. Con una luna naranja descargando tensiones sobre arboles desconocidos... y la música sonando, los pies en el cristal, fríos, y yo mirando aquella luna naranja.

Me dí cuenta de muchas cosas, y cuando me dí cuenta de la última, supe que la luz se había acabado, que con aquel amanecer privado para mí y mis pies fríos, que con el final de esa noche, volvería toda esa oscuridad que lo envuelve todo, que lo complica, que me hace cobarde, que me hace pequeño, estúpodi, jilipollas, que me hace irme lejos...

Y ahora vuelvo a estar aqui, esperando un pequeño deliz del destino, esa estúpida excusa para perdedores que no se atreven a mirar cara a cara a la vida, para que me de un poco de tú. Esa terrible recomendación a un estilo de vida temerario, a gritar las ideas en alto, de hacer enormes carteles para decir que habrá diciendo que eso nunca se podrá decir, que todo está en constante cambio, ese repudio hacia la rutina que le comentas a mis labios en cada nueva conversación o de ese rollo alternativo que se gasta tu sombra para seducir a los locos poetas, para reprocharles que, ultimamente, ya no sales en sus metáforas ni te pasean por sus antítesis. Porque con ese poco de tú, me enseñarías a apreciar, me quitarias el miedo, me harías llegar a pensar que no toda la contaminación es mala, ni que todas las balas son mortales.

viernes, 6 de mayo de 2011

Pasiones en la silla

Tengo miedo, miedo de que todo pase demasiado rápido, y no darme cuenta, y llegar al final, sin haber llegado a cumplir todos mis planes. Que mis sueños se conviertan en un cenicero donde los demás apaguen sus placeres de después del café, que mi sueños se apaguen, que pierdan fuerza, ese brío y esa potencia de lagrimas, sudor, lagrimas, y espejos. Tengo miedo al tiempo, a que vaya demasiado rápido, a perder el momento justo para decirlo todo.

Tengo miedo a no poder hacerlo, a no estar a la altura de las expectativas, porque he dejado de lado esos principios que me mantenían firme y seguro arriba, con mi todo, y sin embargo ahora, no puedo pensar sin tener en cuenta la confianza, el cómo me mirará… Todo se me está viniendo abajo, y desearía que alguien pudiera explicarme esto.

Si pudiera gritarte al oído que tengo miedo, que no sé qué hacer, porque todo esto se sobrepone a mí, que necesito apoyarme en algo, y no encuentro ese algo al lado, que me derrumbo, en picado, sin frenos. Solo quiero poder decir un te quiero sin miedo a perderlo de mi mundo para siempre, no volver a verlo nunca y que ello me arranque la humanidad que me das ahora. Si supieras cuanto necesito hablarte ahora, susurrarte al oído, olvidar el mundo y centrarme en ti, en cada pelo de tu cabeza, en cada pestaña…

Pero es pedir demasiado al mundo. Tendré que llorar, aquí en la silla, a oscuras, con la música, y llorar, quedarme solo, y llorar de impotencia, mientras la gente utiliza mis sueños como si fuera un cenicero de cruzcampo. Ahora sé que no tengo todo el tiempo del mundo, y que necesito empezar ahora a usar todo, mi todo.

jueves, 5 de mayo de 2011

Nota mental: HAY QUE IR AL SUR.

No sé si el ser raro está sobrevalorado o infravalorado. Últimamente, el plagio en la forma de vestir, en la forma de rascar los codos o en la manera de tatuar sonrisas en la mirada, es más frecuente que nunca. Mi madre dice que es por culpa del internet ese, mi padre que es culpa del gobierno, mi profesor de filosofía que es culpa de la globalización. Yo tengo mi propia opinión, aunque no la escuchen, la ignoren, e incluso la toman por estúpida (lo cual me reconforta casi tanto como un helado de chocolate con sirope de chocolate y virutas de chocolate). Total, yo creo que la gente, ayer, o antes de ayer, nos vio, y vieron que mi risa era la más atronadora y taladrante melodía que habían escuchado en su vida, y que el destello en tus ojos azul Word, valía por diez fluorescentes. El caso, es que nos empezaron a copiar, a intentar ser raros. No lo han conseguido, se han quedado en lo que estaban. Sin embargo, será culpa del internet, pero al parecer, no somos los únicos raros, hay más. Muchos más, escondidos en el sur, donde el sol incita a un leve rascar en las costras de las rodillas, y donde el run run del mar por la noche es…

Los hay. El otro día me comentaron algo, sobre una mujer loca, que vivía allí, en el sur, y que se moría por un abrigo de piel a lo Cruella Devil. Se me pusieron los pelos como escarpias al escuchar aquello, esa tal mujer del sur, no era rara, como nosotros, sino que estaba perdidamente zumbada. Hasta que un día, por el internet, me asalto, monto una tienda de campaña en el rincón para invitados de mi pequeña cabecita, y me enseño que tenía un cuerno en la frente, con él podía atravesarte, dejarte “bobo” o podía ayudarte, y sacar lo mejor de ti, de tu más hondo estar y parecer, sacar lo mejor, para que pudieras dárselo a los demás.



No me acuerdo de su nombre, pero vive en el sur, tiene un campamento en mi cabeza, y un cuerno en la cabeza. (Es rara, no una loca). Es más, cuando ella fue allí, a que el cuerno la atravesara, parece que le quito todos los problemas y lastres de encima…

lunes, 2 de mayo de 2011

Maletas pasadas por whisky



Diez minutos, no son suficientes para decirle a mi cabeza que camino tiene que escoger. En el amor, teóricamente, hay una sola mano ganadora en la partida, que te salga una media naranja. Sin embargo, cuando estás jugando, no sabes muy bien si eso de las reglas y la existencia de una jugada superior existen. Desde el primer beso, hasta la primera vez, incluyendo unas vacaciones juntos, todo influye, y hacen que los números pierdan el sentido y que las alturas tengan como única función ser preludios de tragedias sobre sentimientos, pensamientos, días y sobres con cartas de sueños.

En esta partida, estoy confuso, más perdido que nunca, sin norte, ni este, ni sur, ni nada. Me he sentado en una mesa a jugar, con la maleta detrás, pensando que iba a jugar a una cosa, y acabando como estoy, con dos cartas en la mano, y la maleta detrás de la silla, porque esta vez va en serio, es algo serio. Todo depende de una carta, y en mi mano tres posibilidades, una de esas misteriosas medias naranjas, que hacen saltar chispas, una extraña gota de agua con propiedades de acido, o una pareja de diamantes. Son jugadas ganadoras, pero un intervalo de diez minutos podría decidir el rumbo de la partida. En estos momentos desearía que mi maleta me gritase al oído que carta tiene pensado echar a la mesa la maldita croupier.

Llueve, y han pasado ya siete minutos. No sé que me puede quedar por intentar hacer. Por favor maleta, dame una pista, o confírmame que eso del destino existe y que haga lo que haga todo va a salir bien.  Y a poder ser, en treinta segundos, que no me queda mucho tiempo. Mis manos están alejadísimas de la mesa, parece que estuviesen a cientos de kilómetros, y sin embargo el tiempo parece aprovecharlo. Maleta, ayuda, y urgente, dale un patada en los dientes al tiempo o algo, porque estoy confuso, no soy capaz a escuchar ninguna voz, ningún recuerdo, ni tan si quiera al whisky del culo del vaso. Toca hacer algo, y no vale echar a correr lejos de la situación.

domingo, 1 de mayo de 2011

80 palabras

Me devoran tus ojos. Ese azul fondo de Word que deja cabida a mas de mil palabras para describirlos, que descontrola, que enrabieta a los que no lo ven en persona. Me derriten tus (cejas), que repelen las malas ideas, que vomitan felicidad, que rebosan vida, que dicen “EH!, que estoy lejos, pero detrás de ti. Cerca, más de lo que piensas”. Me electrocuta tu sonrisa happy dent digna de un amanecer.

Y es que con ochenta palabras, tú, conquistas.