El más terrorifico de los susurros.




sábado, 17 de diciembre de 2011

soledades crónicas

Hemos pasado por tanto, calibrado tantas situaciones, endeudado millones de miradas, soñado tan pocas veces que, llegada la hora que marca en este instante el reloj (nuestra última hora), todo parece derroche por defecto, explicaciones para casos sin remedio, tiempo gastado en buscar un porque a un par de soledades crónicas. Encerrados en espejos convexos, tu cuerpo, y mi cuerpo, que se asfixian en el calor de mi habitación, pero que mañana por la mañana serán dos extraños con alma en alquiler por una habitación a oscuras y una noche de terapia. 

(...)

Todo pasó en una hora, todo acabó en una hora. Yo prefiero pensar que empezó en esa hora, y que no sé sabe cuando, acabará, puede que rompiendo mi corazón con esa sonrisa de "sitesonrioesquequieroquevengasynosmarchemosjuntosaaquelportal", esa sonrisa tan larga que aún hoy, a 48 horas más una de distancia de aquel momento, sigue cabalgando entre acordes de números y letras en mi agenda dejando pistas de tu apellido porque, hay tantas con tú nombre o, por lo menos, yo conozco a tantas con tu nombre.




(...) 
Cuatro días más tarde. Cinco días más tarde. Ocho días más tarde. Nueve días más tarde, esos labios que juegan como si fuesen italianos, esas manos que.. que son tus manos, y esa sonrisa, y encima llueve. Ni en las comedias románticas de Hollywood hay tantas casualidades. 

No, no, esos ojos no son sus ojos.

(...)






Cuarenta y siete días después, me siento igual que cuarenta y ocho días atrás, iré a por tabaco y vodka. Será lo mejor. Esto no es Hollywood y, si tú me dijiste que solo era esa noche, sería porque solo era esa noche. Nada serio, solo tenías hambre de corazones.