El más terrorifico de los susurros.




viernes, 8 de abril de 2011

Madrugadas enlatadas

Y pienso en cualquier cosa, me siento y empiezo a hablar lentamente con la pared. Le cuento como me ha ido el día, el miedo que he pasado cuando pensé en ella mientras hablábamos y creí que se dio cuenta, el momento en el que todo el mundo estaba gritando, y sentía el retumbar de los coches en mi cabeza y sólo esperaba que mi cabeza explotara, como los platillos en una coda, y también cuando pensé en que en despedirme de todo el mundo, coger un avión e irme lejos.

Esto, precisamente esto, es lo que me hace pensar en lo estúpida y absurda que puede llegar a resultar mi forma de ser en los días de calor, esa forma de ser que se ve alentada por un mugriento reloj de pared y un montón de papeles viejos. Que me llevaba a comprar un perfume de Dior para echar por la habitación, y pensar que estas aquí, puede que incluso en el baño cambiándote.

Entre mi confidente, mis papeles viejos, y mi continua necesidad de oler tu Dior por la habitación, creo que me será imposible encontrar a otra que aguante más de 4 días, a parte de la tan famosa soledad, de la que últimamente huyo, porque me aterra la idea de compartir cuarto con alguien más famoso que yo.
En definitiva, creo que en lo que queda de mes, para el café de las 02:44 a.m. en un cualquier sitio y las primeras caladas del día, tendré de únicas acompañantes a la pared con el enorme cartel y al letrero luminoso.

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