El más terrorifico de los susurros.




martes, 28 de mayo de 2013

28/05/2013



Yo no sé qué es la muerte. Pero hay un poema que dice que morirse son muchas cosas a la vez: para los niños el primer fin del mundo, para los muebles escaleras, golpes, cargas y descargas, para las paredes cuadrados claros con forma de cuadros descolgados… Pero hoy, es también descafeinados a punto de evaporarse, un helicóptero en el que, de momento, no volaremos, audífonos que con su exceso de volumen son capaces de cubrir los silencios más incómodos, es eso que ella no ve porque está cocinando pero nosotros sí y con lo que sonríes, es rellenar el plato porque este chiquillo no come nada, así que se suba todos los días… Es cierto, morirse son muchas cosas a la vez.

Hoy es una de esas partidas en una de esas mesas en las que nadie quiere estar, porque duele, porque resquema, porque desagarra, incluso aterroriza, porque se resquebrajan pasiones y sentimientos... pero ya se habían repartido las cartas, no hay marcha atrás. En esta partida de tute, no habrá revancha posible, cierto, en este tute, tú te vas, y yo me quedo. Supongo que habrás ganado, como siempre, y esta vez será una verdad, una gran verdad con la que por fin te marchas y yo me quedo aquí, ignorante, ignorando, pero aun con todo ello, sé que dentro de un par de días esta tristeza se disolverá y estaré alegre, porque el tute era tu juego.

Recuerdo el ademán que hiciste con la mano para despedirte la última vez que subí a verte, recuerdo el “hasta luego guapo”, y cómo tú y yo hablamos sobre a dónde irnos de vacaciones, y recuerdo oírte decir: “Todo lo que vosotros hagáis me parece bien”, y recuerdo…

Te quiero. Hay que decirlo más a menudo: te quiero. Y hay que saber también, que nunca es tarde para decir te quiero, ya sea a papá o a mamá, a mi hermano, a mi tía, a alguien vivo o a alguien ya muerto. Últimamente parece que los te quieros se escapan, pero es solo apariencia. Tengo dieciocho años, y de las pocas cosas que he conseguido aprender de este mundo es que la gente ama de dos en dos para odiar de mil en mil, pero no todo el mundo, mi abuelo no.

Mi abuelo tenía un don, y hasta hoy no me había dado cuenta de cuál era ese don: él era capaz de reunir a la gente y hacer que todo fuese uno, que las cosas fluyesen, ahí residía su grandeza. Esa era la esencia de mi abuelo, y no sé si él lo sabía, pero, gracias por ser así.

Y hoy les cuento el secreto que leí en su mirada la última vez que estuvimos juntos: en su interior residía una nueva costumbre, seguir naciendo. Hoy, así, mi abuelo acaba de nacer de nuevo en todos los corazones que laten y palpitan bajo este techo, gracias.


Abuelito, Papá, Vicente… nada más que decir que hasta la próxima mirada, y que te quiero, y que gracias.

1 comentario:

  1. Estará orgulloso de esta entrada seguro. Mucho ánimo Miguel. No dejeis de tirar pa alante ni tú ni tu familia. Un abrazo desde Xixón!.

    ResponderEliminar