El más terrorifico de los susurros.




jueves, 31 de enero de 2013

2008

¿Qué es lo que queda de alguien como yo cuando le quitan el desquicie?¿Miradas perdidas y babeos sobre la almohada?¿Qué se supone que pasa en el momento en el que dejas de desear montar a caballo y de  hendir el aire con el brazo?

En mi cabeza suenan violines... pero se diluyen en este tecno y se mezclan con alcohol. Nos tienen prohibido querer, y es que cuando deseábamos amar no nos dimos cuenta de lo que hacíamos. No hemos sido conscientes de todos los cielos que hemos hecho arder. 

Quemamos el querer, al amor, deflagrados los corazones ahora todo es más salvaje. Fuera perdidos, lejos de ese ruido, en la calle, solos a escondidas en aquel parque, buscando casi a tientas algo que prender con aquellas cerillas...



Huimos dando vueltas y vueltas en este salón de baile de finales del siglo XIX, tú, aquí, yo, sin querer queriendo, allí contigo. Y empieza... Desliza un brazo sobre el otro, y este vuela sobre otro, sobre la persona que tenemos delante, olvidándonos de todo, escuchando violines y flautas. Nos desesperamos en este antiguo teatro, un suave desliz, un brazo, levanta la mano, ya tiene el brazo ahí, esquiva ese brazo pero el izquierdo ya está esperando otra vez a la mano que egoísta busca desaparecer, anhela aquella libertad, ese aire...

El frenesí llega a su fin, y una mujer que susurra en ruso palabras que ni tu ni yo entendemos parece querer explicarnos que tenemos recordar, es cierto, ¡debemos recordarlo!

Hay que recordar que, ahora en esta selva, tenemos prohibido querer, por salvajes. Quizás algún día cambie, igual cuando los ángeles no usen mangueras que se nutran de alcohol para buscar soluciones a nuestros pasados. Puede, quizás, tal vez, a partir de entonces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario