El más terrorifico de los susurros.




domingo, 27 de mayo de 2012

otra cosa

En sus dedos residía la fuente nunca encontrada del tormento, se prendía entre ellos, y asaltaba su pecho con cada nueva respiración, intentando no ser visto, pero causando estragos a su paso.


Demasiados esfuerzos por romper la piedra, por arañarla, por intentar quemarla, por saber que había debajo de aquello que le sustentaba, que le dejaba descansar de un agotador mundo de sensaciones, de tantas páginas secretas que en teoría nadie debía de encontrar nunca, pero en las que ella se rajaba el alma y sangraba, se derrumbaba. Tantos esfuerzos que en momentos debería parecer agotada, pero sin embargo está ahí, sentada, arañando la piedra, sin esperanza pero con convencimiento.

[pasan 6 segundos; ya son 8 segundos más tarde que nunca y más temprano que mañana...]

Y ahora ahí, cara a cara (utopía decían los de la mesa 10, quién sabe) me siento un extraño, no conozco las palabras, solo eso que reposa entre las miradas de la gente, entre la suya y el sabe-Dios-qué-estará-mirando, ello diluido en humos de sueños, anhelos, desafíos, huidas... ahogando ese algo que muerto vive entre sus idas y venidas, entre sus sueños y mentiras que cuando no vuelan alto, intentando rasgar cielos de esos a los que ponen banda sonora, agonizan debajo de su almohada.

Algún día su dolor, esas hojas, saldrán a la luz, y entonces lo imprevisible se supone que será previsible, aunque no estoy seguro si eso es el porvenir o futuro, o solo imaginación de...

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