Ahora probablemente, después de contarte el gran secreto del viajante y blablabla palabra blabla, el hecho de pensar que esos rincones son tu futuro plan de pensiones y tu endorfina entre cimientos para suplir a la felicidad que es tan introvertida y asocial, te pondrás a buscar de esos sitios en cada nueva ciudad que pises. Es la mejor opción. Los rincones no te encuentran normalmente sino que, nosotros somos los que tropezamos con ellos (en ocasiones mas de dos o tres veces) y nos damos cuenta de que en ese lugar... pues que ese lugar, tiene que ser ese lugar, que no hay mas.
Vuelves a ese sitio por la noche, sin ser consciente de ello, y salta la chispa. Empieza algo, o acaba de terminar, no se sabe exactamente muy bien cual de las dos cosas tiene lugar, pero pasa. Te arden las manos, el silencio se proclama héroe nacional del instante y nadie entiende nada, pero tú ya tienes justo entonces en tu poder el placer de almohada y camisa, de luna y descaro, de grapadoras y muros.
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