El más terrorifico de los susurros.




domingo, 5 de junio de 2011

Dale al play

Los momentos dulces, son caprichosos e imposibles de prolongar en el tiempo. Las sorpresas, explotan en el ambiente y rezuman una euforia, un éxtasis de confusión y alegría. Las despedidas son… sucias, llenas de emotivas lagrimas o con reproches, con lamentos, con indiferencias torturadoras, con millones de miradas, con palabras que dirías pero que no te dan tiempo a decir porque se marcha el barco, el tren, el autobús…

Las despedidas son épicas, e incompletas, marcan un antes y un después, pero nadie sabe donde empieza lo uno y por donde acaba lo otro. Siempre queda ese olor a perfume, una mirada que se alarga, un leve titubeo, un pestañeo, un… escalofrío.

Las despedidas son un reto, porque pueden significar un hasta que la vida me dé una tregua el mundo en esta guerra mundial de locos adictos que durante años se han estado drogando con promesas y ahora no saben cómo mirar directamente a los ojos sin dejarse llevar por la pasión del momento, o pueden ser también un hasta nunca. En la vida, las despedidas están constantemente presentes un cambio de ciudad, de clase, un viaje, un fin de semana incomunicado, al acabarse el día, al cerrar los ojos para dormir.

Te despides de una posible historia de amor increíble, esas que son como una montaña rusa, de un amigo que vive en el extranjero, de tus padres, de tu vida, de tus ideas, de tus ideales, de tu incredulidad, de tantas cosas que, al final del camino, las despedidas pierden su toque épico, su recíproca similitud: en cientos de situaciones, en cientos de lugares, cientos de personas, con papeles tan parecidos… Te despides de tu comida favorita, cuando tienes 5 años es una, a los 16 otra, a los 32 otra… Todo fluye, creando una imperfección relativa en la que tú y yo nos hemos chocado, y estamos en medio de la calle, con letreros de neón que me dicen un: “Dale al play, dale un beso, empieza hoy, acaba mañana, ella también sabe que para siempre es mucho tiempo y una noche es poco rato… dale al play.”

- Si te doy promesas, ¿qué harías con ellas?
- Te las devolvería.
- ¿Por qué?
- Porque me lo ha dicho aquel ridículo corazón de uno de esos carteles de neón, pensarás que estoy loca pero, sinceramente, tengo más confianza con él que contigo, no te conozco, y sin embargo él y yo… ya tenemos nuestra historia.
- A mí me dice algo parecido el de arriba a la derecha.
- ¿Y por qué me lo preguntas?¿Acaso te pare..

..“Dale al play.” Y no lo pude evitar, tanto drogarse y ahora ya no puedo controlarme. Te bese.

- Porque quería escuchar tu voz, y darte esto, y saber a que saben tus palabras. ¿Te invito a una copa?
- Sería lo mínimo, ¿no crees? Acabas de probar mi “normal”.

Y te empezaste a reír por primera vez, y me olvide del cartel de neón, y acorde de un acorde de guitarra, que… ¡buff! Era impresionante, casi equiparable al brillo que tenían al entrar en el bar tus dos ojos verde nuclear.

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