No son sueños rotos los que nos rompen. Es lo que no nos
atrevimos a soñar.
¿Qué es soñar y qué es fantasear?¿Quién dibuja la barrera
que los separa?... ¿Quién es el encargado de decidir cuando las ilusiones
carecen de fundamento y no son más que un salto suicida hacia una estrepitosa
vida de nada por aqui nada por allá?
Las decisiones laten reticentes en nuestro interior,
huidizas porque, al parecer, las opiniones ajenas (que no son mas que
exabruptos en la materia) dañan su cutis.
Y mientras, entre tantas partidas al escondite entre el
devenir y el quehacer, estamos nosotros, heridos de luz y de nebulosas, de
supuestos sueños imposibles suspendidos sobre suelos invisibles, esperando que
algún milagro tenga lugar en el preciso instante en que nuestros ojos se abren
cada mañana; buscando la utopía y, ya no se sabe si siendo conscientes o no de
ello, acercándonos a la vez al abismo.
[ F U T U R O . . .
Las decisiones se diluyen nadando por fondos profundos, y ya
no es tanto el hecho de no encontrarlas lo que preocupa, sino que quizás, por
el miedo de decirlo en alto, sí, de decirlo en alto, ¡DE GRITARLO! De
susurrarlo, de comentarlo o cuchichearlo, o fuere lo que fuere... que quizás
por el simple hecho de padecer un miedo aterrador a hacer de esas decisiones
realidades en palabras para el aire, no seamos capaces de poder volver a
hacerlo alguna otra vez.... Porque son como el vaho contra el cristal, aguantan
lo justo y necesario para escribir tu nombre, y no hay tiempo para pensar donde
empieza y donde acaba, solo para hacerlo y ya está.
Pero mientras llega y deja de llegar, matándonos a
vicios destruyamos al tiempo, porque ahora mismo no estoy seguro de si es que
sí, o es que no, solo que tu mirada es un nuevo aleteo a cada burdo sueño que
se atreve a dar a luz mi cabecita, mi ya tan loca cabecita.